sábado, 21 de diciembre de 2013

TRÍPTICO DEL PRESENTE



 

 I.

La noche, como una tumba abierta,
sus muslos negros abre
para que entre, viejo,
anclado en la tristeza,
mi incorregible corazón nostálgico.

Mi tallo floreció una tarde
que quedó enredada en el pasado,
y a mis raíces riega
el agua de la infancia.

Déjame, primavera, regresar
por una vez al barrio
donde espera el alma niña
que vive todavía entre mis huesos.
Déjame sentir de nuevo el aire
del puente sobre el río en mis entrañas.
Tal vez así consiga ver cumplida
mi enfermiza añoranza,
y pueda, al fin curado, regresar
al camino que pisan mis zapatos,
presente de este abril que me sostiene.

Tiene el hombre en los hilos de su historia
demasiados fantasmas enredados,
huellas de adolescencia y de niñez
que se resisten a bajar al polvo
con que el olvido cubre lo vivido,
restos de ayer que se resisten
a ser sólo en la noria agua vivida.

En la muerte tan sólo puede el tiempo
reunir tanto ramaje, tantos hilos,
tantas almas rotas, tantos rostros
como guarda la frágil
soledad del hombre.




II.

Sigue el tiempo, saeta
al azar arrojada
enlazando destinos,
pólenes fecundando,
mezclando dulces genes.
Sigue el tiempo, al azar,
renovando el planeta
vistiéndolo de sueños,
y a la vez sigue el tiempo
al azar habitando
las entrañas del miedo
con muertos y gusanos.

Y nosotros, en medio,
sin poder hacer nada
por detener el paso
de la negra amenaza
para nuestra madera,
por un lado nutrida
por la savia que empuja
nuestro tronco a la luz,
por otro amenazada
por el filo del hacha
que nos vuelve a la tierra.

Sigue el tiempo, saeta
al azar arrojada
dejándonos la luz
encendida en el alma
y poniendo a los pies
camino todavía.

Que sigamos, amigo,
saboreando este abril,
sin pensar que algún día
todo acaba en la piedra
que oculta al escorpión
con su aguijón de sombra.



III.

Hay sólo una verdad
tangible como un fruto,
como un vuelo de pájaro en abril.
Y es, amigo, que puedes
aún notar tu pulso,
la inequívoca prueba 
de que no quieres saber nada del hondo,
sagrado talismán del panteón.
Hinca, pues, en la pulpa
de esta fruta del día tus colmillos;
bébete con los ojos
tanta vida de rama florecida,
tanta luz cegadora,
tanto polen y vuelo.
Acaricia la seda
que te ofrece encendido
el surco de tu amada
y sube al alto cielo
que alarga tu existencia todavía.

No dejes escapar
este rico futuro que te ofrece
la saeta del tiempo.
Que espere el escorpión bajo su piedra,
y se hunda en el polvo
tu acechante nostalgia.
Hay sólo una verdad
tangible como un beso,
y es que aún se sostiene entre tus manos
la flor primaveral de este presente.