sábado, 19 de abril de 2014

DÍPTICO DE TERESA DE JESÚS






I

Aquí, junto al convento,
está su carne inmóvil, de piedra revestida,
y un báculo perenne.
Aquí apresado está en la antigua piedra
su calvario
de inciertas esperanzas,
soledades y envidias.
En ese paso suyo,
eternamente dado hacia la Vida,
la carne castigada,
el alma acrisolada en la llanura,
la iglesia y la milicia.
Primero fue el dolor,
el carro dando tumbos
por noches implacables tras la busca
de una nueva capilla… Salamanca,
Toledo, Malagón,
su Ávila de niña…
Y al fin Alba de Tormes,
morada para su herida alondra.
Dulce muerte que le abrió las alas
para subir al nido que quería.


 




II

Por fin de perfección hubo un camino
para esta santa carne de Castilla,
para este pie terreno tan divino.

Por fin llegó a buen puerto su destino.
Por fin de Dios tocó la blanca orilla
su barca perseguida en remolino.

En un mundo pequeño y campesino
nació, en amurallada y quieta villa,
a la vista de un cielo cristalino.

Después hubo una herida, un torbellino
de envidias acechando su sencilla
pisada carmelita: fiel molino

para hacer con su harina el pan más fino
con que Dios abastece su camilla.
                                                         (De Versos resucitados)