lunes, 1 de diciembre de 2014

POR EL MEDITERRÁNEO





Del pardo otoño
vienen a saludarme
naranjos rojos.
Las naranjitas
entre ramas de esmeralda
producen chispas.
Muere la tarde
lejos en las montañas;
aquí se duerme.
Aquí se duerme,
entre alegres naranjas
y ramas verdes.




En la cafetería Titanic, Fredy Mercury
llama la atención de los paseantes con las manos abiertas 
y un poco más allá, 
bajo el casco del barco, 
los cuatro Beatles cruzan eternamente una calle invisible 
a un paso del Mediterráneo. 





Un chorro de vida mana de todas partes, 
gente que va y viene, 
juega a la petanca 
o se queda embobada contemplando
esculturas de arena de artistas callejeros.
Todo vale para festejar a la vida
y olvidar que el tiempo es una boa insaciable.


¡La Biblioplaya!
Bajo toldos de colores
la gente lee periódicos,
revistas, novelas...
Nosotros miramos hacia el mar.
Leemos lo que tenemos delante:
las pisadas humanas en la arena,
la escritura enigmática de las gaviotas,
los renglones de las olas,
la inclinación de la isla
y los encantos de las nubes nunca quietas.
¡No hay lectura más sugeridora!






La isla Inclinada,
cuña de piedra que navega
de un extremo a otro de la bahía,
siempre está atenta a lo que pasa aquí,
donde acaba el mar, en el paseo,
en la música y el baile de las terrazas,
en la altura descomunal de los rascacielos
de mil ojos, de mil idiomas, de mil suertes…
Los jubilados al sol le echan un pulso a la vida,
riéndose del colesterol y de los riesgos vasculares,
mientras salen y entran en las tiendas
machacándose la paga,
jugando a la petanca
o haciendo yoga sobre la tibia arena de la mañana.
Es como si tuvieran todo el tiempo del mundo,
o como si el mismo mundo estuviera a sus pies
y el tiempo se hubiera detenido en esta parte de la costa,
donde el Mediterráneo siempre es eterno.  


Isla inclinada,
cuña de piedra,
rampa del viento,
mientras ando, navegas el pálido horizonte.
Tobogán de las nubes,
herramienta del sol,
crisol del oleaje,
mientras miro, recuerdas tu trágico mensaje.
Espada de Roldán
y lecho de su amante.
Triste historia de amor
en la que el sol jugó su mejor parte.


La risa de la luna
aparecía de vez en cuando entre los rascacielos
para reírse de nosotros
mientras bajo la tarde de otoño primaveral
caminábamos hacia la calle de la luz y las joyerías,
en busca de un anillo de ámbar del Mar Báltico,
que adornará tu dedo cuando cumplas
otro año más de paz y jubileo.
Y salimos al mar con un paquete de regalo
en mis manos y una sonrisa en tu boca
cuando la luz en olas del paseo
nos ponía otra vez el mar a nuestro alcance
y a la luna en fuga tras unas nubes negras.
En la rampa del hotel,
bajo el paso eterno de los Beatles,
nos dimos un abrazo y no fue por el frío.





Hoy el mar se ha cansado
de respetar las reglas,
de escribir dócilmente,
en paz y en líneas rectas,
de firmar con amor
los labios de la arena.
Hoy escribe torcido,
rebelde, en turbias letras
que emborronan la playa
con sus espumas crespas.
Sólo guarda la calma
la fiel cuña de piedra
de la isla Inclinada
bajo las nubes quietas. 

                                                                            (De La Marina Baja)

 

domingo, 16 de noviembre de 2014

NUEVAS MELANCOLÍAS





La luz que más deslumbra

Y llegaron las lluvias, soledades
de bosques asombrados, alfombrados
de amarillos recuerdos, cien caminos
rodados por las ruedas de mi bici,
centauro de mañanas aún dormidas
en sábanas de niebla y humedad.

Y llegaron los vientos que arrebatan
las verdes esperanzas de los árboles
mientras miro los pálidos celajes
de la tarde que escapa silenciosa
más allá de las altas chimeneas.

Poeta solitario, reelaboro
cada vez más breves,
más etéreos y plácidos poemas.

Nuevas melancolías, nada amargas,
brotan en la pantalla del portátil
como hormigas que buscan nuevos granos
que llevarse a sus hondas galerías.

Y yo las sigo risueño hasta las sombras,
hasta lograr la luz que más deslumbra.



Lo mejor que tenemos de nosotros

Hay voces, luces
que son artificiales,
voces que no nos pertenecen,
luces que llegan y nos traen
fugaces alegrías y enseguida
el olvido las lleva, como el viento
a las hojas de otoño.
Son las voces, las luces
que se quedan atrás en las cunetas
de nuestra vida.
  
Pero son otras voces,
otras luces las que van con nosotros
tejiéndonos el alma desde niños
con hilos de familia
y aventuras de infancia…

Si atendemos un poco,
poniendo el corazón en el empeño,
oiremos esas voces que no mueren,
veremos esas luces que nos llevan
por el camino bueno,  
hacia lo mejor que tenemos de nosotros.

 
Como volcán dormido

La soledad es un dolor callado,
una espada que hiere silenciosa
en la noche lejana y rumorosa
el pecho atento de un enamorado.
  
Yo tuve ese dolor, fielmente atado
a mi columna cruel y tormentosa,
y no hubo en mi una risa ni una rosa
que pudieran librarme del cercado.
  
Cuando quiso, pasó de largo. Nada
deja escrito en el azar cambiante:
siempre espera como volcán dormido.
  
Mas dejó tan honda huella en mi morada,
que me hice a su herida como amante
que no puede olvidar a quien le ha herido. 

                   (De Autobiografía del otoño)

 

miércoles, 29 de octubre de 2014

EN LA PLAZA DE LA INFANCIA









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                                                                 A Claudio Rodríguez
 I.

Estoy en la plaza de la infancia, en vano
busco aquellos balcones y aquel aire
que movía la hiedra enamorado.
Sólo siento pasar
el río del tiempo por mi alma,
pasar sin luz y ausente.
No le importa a la ciudad impávida
que yo haya vuelto como el hijo pródigo
a su muralla antigua y traicionada.

El Duero sigue
desmadejando el agua en las  azudas.
Y no tiembla mi mano al saludarle
 ni al despedirme de él. Todo me sabe
a eternidad diaria,
al fuego del vino o la aceitada.
Estoy en la plaza de la infancia,
un recinto donde se rompe el sueño
con el ruido de mis pasos,
y la casa en que nací es hoy hostal,
sin memoria de aquellos tres balcones
y el aire que movía aquella hiedra.




II.

Yo he venido a mi tierra para librarme el alma
de las dulces celadas del pasado,
azudas y vencejos, amigos y aventuras
de otros cielos quemados, de otras aguas vividas.

¿Misión cumplida? De repente,
de retorno al hotel de madrugada,
me topo con tu calle, Claudio amigo y poeta,
y resbalo de nuevo y casi vuelvo
a caer en las dulces telarañas.

Con Abrantes he hablado todavía
de ti y de tu silencio, de versos aprendidos
a la orilla del río, en las cantinas
con un vaso de vino entre las manos.
Y he sentido otro vino bajarme por las sendas
más débiles del alma, y la ebriedad
de las rosas antiguas me ha vencido.





III.

Y sé que luego, pronto, cuando doble
la esquina de la noche y me reciba
la tierra de adopción bajo otro cielo,
algún jirón del alma habré dejado
en esta tierra nuestra de traiciones
y perdones profundos. Sigue aún
la herida abierta y pesan demasiado
las viejas emociones en el alma.
Sigue siendo difícil escaparse
del todo de estos vientos de la tierra
por donde van palabras de aceitadas
de azudas, de murallas, de vencejos…

martes, 14 de octubre de 2014

DE VUELTA A LA PINEDA



He vuelto a La Pineda, a su calma dormida
sus palmeras de luz y sus pinos de hierro.
Y aún hay chiringuitos y hamacas en la arena,
a pesar de que octubre tiene fama de brujo
y convierte de pronto los paseos en ríos,
las risas en silencios y en noches las mañanas.
Pero es casi primavera en vestidos y en ánimos
y la gente mayor se agolpa en las terrazas,
al sol, junto al vermut, soñando más que nunca
que la vida es un trago en honor a la edad.
He vuelto a ver las olas dormidas en espumas
y los mástiles quietos en el verde horizonte,
y he pensado de pronto que también necesito
olvidar que es otoño y que soy ya mayor,
y camino despacio como en un sueño bueno
que me regala todo y me quita mil años.


Es noche de palmeras apagadas,
de escenario de hotel iluminado
por la cálida música del sur,
de guitarras, de vuelos encendidos,
jardines andaluces y violines
que lloran en las fuentes
entre rosas de amores
que murieron en noches como esta
en que el cielo se cubre de amenazas,
de lluvias otoñales.
Han caído unas gotas en la mesa que ocupo,
pero suena la melancolía Falla
y en  la tarima los tacones
de las bailarinas cantan mil coplas,
y me sumo en el sueño de otro tiempo
vivido en algún patio de Granada,
aunque este ballet españo,
de faldas con volantes y abanicos,
esté preparado sólo para turistas.


miércoles, 24 de septiembre de 2014

EN UNA TREGUA




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EN UNA TREGUA
                   Al poeta José García Nieto,
                   en el centenario de su nacimiento.


Fue en una tregua que le dio al poeta
el tiempo, que no espera, hace unos años
cuando pasó en Barcino muy de cerca
con sus versos temblando a flor del labio:
"He escrito Amor y se ha llenado todo
de hondísima templanza" y esperábamos,
novicios de poetas, su soñada
bendición de maestro humilde y sabio.
Una dulce sonrisa floreció
al borde de sus ojos asturianos
y nos dijo: "Seguid amando todo,
y los versos saldrán de vuestro almario
como el agua que brota limpia y libre
del más sincero manantial humano.

lunes, 8 de septiembre de 2014

LA PAZ EN EL CORAZÓN


















Se nos llena la boca con la palabra paz
mientras las manos buscan espadas y fusiles.
Hablamos de sonrisas, de luz y de verdad,
y alumbramos el alma con llamas de candiles.
Va el mundo tan aprisa, que la paz se ha olvidado,
y no regresa sola gritándola en los muros.
Hay que alzarla de nuevo y llevarla al costado
como otro corazón con latidos más puros.

Blas de Otero pedía la paz y la palabra
con un libro de versos ayer, como quien dice.
Y no hicimos oídos al labriego que labra
en un campo de piedras y encima lo bendice.
La paz se siembra libre mirando a los demás,
olvidando las penas que le acechan a uno,
con honor, con orgullo, sin dar la marcha atrás,
para que todos ganen y no pierda ninguno.

Se puede hacer en casa, en labor silenciosa,
cumpliendo los deberes que nos ponen los días,
educando a los hijos, venerando a la esposa
y, si queda algún tiempo, regalando alegrías.
Así se da la paz, como se da en los templos,
a la vista de Dios, entre rezos y velas:
la paz serena y limpia, con pruebas, con ejemplos,
¡la paz que nace libre de nuestras entretelas!

martes, 5 de agosto de 2014

LA PAZ DEL MAR Y OTROS POEMAS





LA PAZ DEL MAR

La paz del mar,
glosa de mi vejez.

La arena espera
sin impaciencia el alma de la espuma.
Lentamente
las olas besan blancas
los mil labios morenos de la orilla.

Mi vejez
sin impaciencia firma
el tiempo detenido.

Ninguna angustia agobia esta bonanza
del clima de mi cuerpo.

El horizonte
está en su punto justo: algunos barcos
en él pintan sus mástiles, testigos
de su vida presente,
serena,
tras periplos constantes.

Y en la arena mojada de la orilla
susurran los cristales que las olas
han pulido sin prisas.

Glosa de mi vejez


ISLA

Han vuelto los nenúfares al estanque de siempre,
y en el talud del río, entre las cañas jóvenes,
bailan rojas las faldas de las amapolas.

Tú, solo, rodeado por esta soledad
de brotes y esperanza, respiras aliviado
festejando el regreso de la primavera.

Como una isla abierta al mar que vuelve libre
a besar sus arenas, a llenar de sonidos
la soledad silente que le da su esencia.

¡Quién sabe dónde está la isla de la esperanza!
Pero presiento ahora que la tengo a diario
cuando penetro a solas en estos bosques vivos

donde las amapolas, abrazadas al aire,
bailan en los taludes del río, entre las cañas,
anunciando la magia de la fiel primavera.



LAS ALMAS DE LAS BARCAS

--¿Qué hace usted?—le dije un día
a un pescador que en la playa
excavaba un agujero
en la arena y luego hablaba
al hoyo que había abierto.
--Hablo con mi vieja barca.
--¿Es que cree encontrarla aquí?
--A su cuerpo, no; a su alma,
que enterrado aquí en la arena
el espíritu descansa.
Lo miré con compasión.
Él me lo notó en la cara
y me dijo convencido:
--Los de tierra adentro nada
saben del mar y desprecian
sus misterios y su magia,
pero los hombres de mar
comprendemos su palabra.
Y siguió hablando en el hoyo
con el alma de su barca.
Tal vez la fe le dé un día
la respuesta que él aguarda.


LA PALABRA DEL MAR

De vez en cuando
una lengua de mar sube a la arena
y deja su palabra repetida
orlada de mil ecos,
brillando en los cristales de la orilla.

Pero nadie conoce esa palabra
solitaria y eterna.
Sólo en sueños o en trance puede uno
escuchar su sonido,
su música de canto inconfundible,
terrenal y celeste por igual,
pero nunca la flor de su sentido.

Nos dice la leyenda que los muertos
en su parte celeste la conocen
y en sus sombras en vano la repiten.
Yo prefiero, en la parte que me toca,
ser testigo de este gozo playero
en que abril deja a un lado sus lluvias
y una lengua de mar en ocasiones
empina sus espumas en la arena. 




PALOMA SOLA

Una paloma sola
rubrica con sus pasos el folio de la arena.
Ha escrito la aventura de sus vuelos pasados
aun sabiendo que el mar con su goma inflexible
borrará su poema cuando suban las olas.
La paloma está sola,
sus amigas quedaron en la plaza espigando
las minúsculas migas que los niños descuidan
mientras comen sus dulces, o en la torre ensayando
viejos vuelos de antaño, de nieve y de ceniza.
Esta paloma sola
prefiere imaginar la etérea poesía
sobre la arena rosa de la playa gigante
aun sabiendo que el mar en una de sus olas
acabará borrando sus frágiles metáforas.
Prefiere seguir sola,
ser paloma distinta, ajena a la bandada
y a la fácil limosna. Y escribe su poema
tan frágil, tan efímero, pero libre paloma.





ESTA SOLEDAD

Esta soledad que busco a solas
de forma voluntaria, tercamente,
me regala la paz que necesito
en esta guerra diaria que es la vida.

El bosque junto al río, los caminos
que rondan la masía, el puente viejo,
los charcos de la lluvia más reciente…
están llenos de calma y se ven libres,
dueños de este silencio y los rumores
que el aire va sembrando en sus dominios.

Es una soledad que no hace daño,
es augusta y amiga y acompaña
a veces más que el haz de una persona.
Es la dosis de magia que precisa
mi corazón para seguir latiendo.

A veces, sólo a veces, salgo al campo
y la busco como a una novia antigua,
y cuando la soledad me abraza, el hálito
de una nueva alegría me conforta
y vuelvo a casa limpio, más sereno
y dispuesto a enfrentarme con la guerra
del día con las armas afiladas.

(de ISLA, inédito)