miércoles, 25 de mayo de 2016

ESCRIBO DESDE ESPAÑA III


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Evocación de Quevedo
 
Antaño fue la vida superior a la muerte
porque alzaba el andamio con tablones eternos,
sembraba en surco fértil el sudor de sus manos
y en todos los caminos enderezaba entuertos.
Y, si escribía, era para barrer mentiras,
corrupciones y abusos con la escoba del verso
y la fiel libertad del poeta, que nunca,
al nombrar la verdad, consideraba el riesgo.
Versos como ventanas que aireaban las viviendas.
Poetas como risas que alegraban los ceños.
Versos como esperanzas, poetas como brisas
que aventaban las velas de los grandes deseos.
 
¿Dónde están los deseos, las bellas esperanzas,
las buenas intenciones del vate Caballero,
que con sabia palabra sacudió las alfombras
que ocultaban los tamos del engaño y el miedo?
Todo ha cambiado ahora: nada sigue las reglas
del respeto a la gente, del trabajo bien hecho:
ahora reinan la envidia, el temor al mañana,
la amenaza del hambre y el patrón Don Dinero.
Lo mismo que en el siglo en que vivió el Buscón,
tan pobre en libertades y rico en pordioseros,
como el pícaro Pablos que sufrió como padres
a una cándida bruja y a un ladrón rapapelos.
 
Si volviera a haber plumas y tintas justicieras
como aquellas que tuvo Francisco de Quevedo
que aireaban podredumbres, denunciaban enconos,
acusaban traiciones y mataban recelos,
España no sería este loco Babel,
este bazar barato, este club de borregos,
que, saciados de hierba y balando en pancartas,
ocupan oficinas y avizoran gobiernos.

Porque a veces las voces vestidas de poema
llegan antes al ojo de quien está más ciego,
al oído del sordo, al corazón del tibio
y limpian las herrumbres de los arados viejos.
Las preguntas se agolpan como el polvo en los muebles,
como en los fuertes muros las fisuras del tiempo,
como en la espada el rastro de las pasadas guerras:
¿Es demasiado tarde? ¿Existe algún remedio?
¿O ya ha llegado al mar la desidia hecha río,
y no pueden ya nada ni esperanzas ni empeños?
¿Y entonces los borregos que rumian los despachos
acabarán llevándonos también al matadero?
Que vuelva el Caballero de la Cruz de Santiago
a limpiar las alfombras del dolor polvoriento
antes de que derrumben los falsos albañiles
el andamio que estamos entre todos subiendo.