domingo, 29 de enero de 2017

VERSIONES DEL CAMINO I




 
Sigue a ese hombre,
sigue a esos ojos cargados de cien guerras,
sigue a esas manos vacías de regalos
y llenas de herramientas.

Sigue a esa hechura de milenios
antes que tú repartida en la tierra,
en la raza de sueños infinitos
de todas las conciencias.

Sigue a esa existencia interminable
parada en este instante en unas señas
de andamios y semanas sin respiro
hasta esa entraña abierta

donde los trenes conversan con ternura
de amores y suicidios, de hambre negra,
de milagro de panes y justicias
compradas, cicateras.

Síguela hasta el campo, hasta la fábrica,
hasta los despachos o las escuelas,
hasta los hospitales dolorosos
o las tumbas que esperan.

Y retrata su esfuerzo inesperado,
la erosión de su carne y de su esencia,
la embestida del surco y de la espiga,
la lágrima que ciega.


Las espadas del humo y el hastío,
el hedor de la tinta traicionera,
la sábana tristísima y el broche
impío de la huesa.

Síguela y aprende cómo todos
empujamos unidos la existencia,
la enorme eternidad de nuestra raza
con muertes verdaderas.

Sigue a ese hombre
y bésale las manos: es tu esencia,
él es todos nosotros encarnado
en carne nuestra.

En esa ropa indestructible suya
pero a la vez perenne y duradera
va el camino del hombre, esta raza
nuestra, sola, señera.
                                                                                              (De El camino diario, 1981)