jueves, 23 de noviembre de 2017

VERSIONES DEL CAMINO II

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Yo que pertenezco
a la raza más sola
respiro en los relojes
necesitando ayuda,
palabras que me nombren,
miradas como espejos
donde la infancia mía
sin caducar se asome,
necesitando palmadas,
como espigas de futuro
y nuevos soles.

Y de pronto me veo
rodeado de amigos,
de manos compañeras
habituadas al pulso
de la vida y los libros,
y me siento feliz,
y sé que en mi camino
de nuevo brotan flores,
vida nueva que ayudan
a sentirme más vivo,
a ser de utilidad,
a ser el viento amante
de velas y molinos,
a ser agua de noria
o sol de trigo.

Si una mano más alta
limpiara el polvo
de nuestros corazones,
el tamo de la prisa
y de las sinrazones,
tal vez no sería todo
un túnel para el hombre,
tal vez la voz, más niña,
repudiaría la sangre,
y tal vez los insultos
se volverían canciones.
Para todos reclamo
esa mano de lluvia,
ese prístino roce
que hará de nuestra raza,
tan sola y tan insomne,
un racimo compacto
de ilusionados hombres.


miércoles, 17 de mayo de 2017

DE ANATOMÍA DE UN ÁRBOL



Resultado de imagen de arboles 

 
 I


Comprueba que bien poco
te queda ya de aquel árbol primero
de la tierra que te daba luz y alma.
Mejor que te acostumbres a este cielo
de tarde que se cae sobre tus ramas
y las besa con un poco de sol. 
Aún puedes soñar en otras albas
y en el milagro de otro nido
cantando entre tus ramas.
Tu otoño es este otoño.
El pasado es estéril
y un cálido veneno la nostalgia.


Resultado de imagen de llamas de fuego 
 
II


No dejemos perder estos días
de silencio nevado. Aprovechemos
esta llama que nos arde en el alma
y robemos la paz escondida
en el polvo del tiempo. 
                                    Viene a veces
un frío sepulcral del otro lado
y el timón se nos rompe, y no sabemos
dónde está la orilla buena, ni dónde
el marinero que atará los cabos.
Por eso no conviene que dejemos
perder estos días bendecidos
en que parece que por fin los ojos
ven más que nunca y el corazón entiende
de caricias y defensas
contra el vendaval del olvido, 
contra el negro, inexorable 
malecón de la muerte.
La soledad y el miedo 
nos hieren fácilmente.
                                    Ya el otoño
se encarga de avisarnos que no somos
los de ayer. 
                     No dejemos
perder estos días que aún nos dan
sorpresas y aventuras
de amor o desamor, pero bien vivos,
atentos a la flor de los festejos,
al sexo de los días y las noches,
al mar del corazón que brama en olas
aún de confianza y de deseo.


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III
 
La vida es como un árbol. 
No se cesa nunca de subir
el armazón sagrado de las ramas
hacia la luz del canto,
Aunque el otoño corta las alas a la luz
un poco a cada instante
y la lluvia se empeña en hablar de otros miedos.
Mirar hacia delante y hacia arriba,
rellenando el impreso de la obra
y poniendo otra tabla
al andamio del día.





domingo, 29 de enero de 2017

VERSIONES DEL CAMINO I




 
Sigue a ese hombre,
sigue a esos ojos cargados de cien guerras,
sigue a esas manos vacías de regalos
y llenas de herramientas.

Sigue a esa hechura de milenios
antes que tú repartida en la tierra,
en la raza de sueños infinitos
de todas las conciencias.

Sigue a esa existencia interminable
parada en este instante en unas señas
de andamios y semanas sin respiro
hasta esa entraña abierta

donde los trenes conversan con ternura
de amores y suicidios, de hambre negra,
de milagro de panes y justicias
compradas, cicateras.

Síguela hasta el campo, hasta la fábrica,
hasta los despachos o las escuelas,
hasta los hospitales dolorosos
o las tumbas que esperan.

Y retrata su esfuerzo inesperado,
la erosión de su carne y de su esencia,
la embestida del surco y de la espiga,
la lágrima que ciega.


Las espadas del humo y el hastío,
el hedor de la tinta traicionera,
la sábana tristísima y el broche
impío de la huesa.

Síguela y aprende cómo todos
empujamos unidos la existencia,
la enorme eternidad de nuestra raza
con muertes verdaderas.

Sigue a ese hombre
y bésale las manos: es tu esencia,
él es todos nosotros encarnado
en carne nuestra.

En esa ropa indestructible suya
pero a la vez perenne y duradera
va el camino del hombre, esta raza
nuestra, sola, señera.
                                                                                              (De El camino diario, 1981)

domingo, 9 de octubre de 2016

TIEMPO VERDADERO I






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LUZ QUE NO SE APAGA

Nadie sabe quién es hasta que mira
y ve alrededor manos que piden
y ojos que suplican, y las estrecha
en señal de hermanas, y les aplaca
la cruel necesidad con una ayuda
que puede ser eterna algunas veces
según la intensidad con que se ayude.
Entonces ese tiempo compartido
es tiempo de verdad, llave que cierra
por un lado el secreto del dolor,
y abre por otro el cielo de una luz
que no se apaga  nunca y que descubre
caminos de esperanza en este valle
de lágrimas. Un tiempo que sostiene,
como un andamio firme, la certeza
de que el hombre que sabe ya quién es
lleva en el alma la fe de su destino. 





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EL ALMA DE LO ETERNO

Mirar el mar, leer o escuchar música
son puro pasatiempo, el tiempo pasa
simplemente, como pasan las olas,
pasan las páginas del libro o pasan
las notas, los acordes de un concierto.
Pero el que mira el mar y se conmueve
y vibra de emoción con la belleza
del inmenso desierto de las olas
demuestra que está vivo de verdad.
El que lee comprendiendo la ternura,
la pasión o el dolor de las palabras
que trascienden lo escrito y lo convierten
en vicios o virtudes de la vida,
recreándose en unas, repudiando los otros…,
ese está aquí abajo
en cuerpo y alma vivo.
Y el que escucha la música soñando,
pensando sentimientos, sintiendo pensamientos
mientras sufre el violín en manos del artista,
además de estar vivo se levanta
y toca un poco el alma de lo eterno.






SEMILLA DE LUCHA

Yo vengo de una tierra
inclinada hacia el canto
Resultado de imagen de sembrar
de lo que escapa pronto:
el hombre que abandona
en silencio su nido
y busca en otros aires
para sus alas cielo.

Yo vengo de esa tierra.
Y cuando pienso en ello,
me palpo las raíces
por si las tengo secas.
Entonces hago el hato
y comienzo el regreso.
Y llego una mañana
a donde estuvo el tallo,
la fronda de mi infancia.
Y descubro que sólo
los ecos se conservan,
la sombra de aquel árbol,
las pavesas del fuego.

Me palpo las raíces
y empiezan a estar secas.
Mas el pecho me late
y sueña la memoria.
Y aunque ya soy otoño
y no me espera nada,
conservo la ilusión
de sembrar como siempre
mi semilla de lucha
como en aquella tierra.
 

  (De Tiempo verdadero)

lunes, 5 de septiembre de 2016

ESTUDIOS PARA UN VERANO I



Recuerdo del poeta Georg Trakl

 

A la sombra momentánea
de esta mañana calurosa de julio,
leo al poeta vienés Georg Trakl,
su dolor,
su doloroso camino de veintisiete años.

Aceptó lo que dijo otro gran poeta
del sufrimiento, Hölderlin:
“Somos hijos de la tierra y como tales
estamos sujetos al dolor más que a la dicha,
que siempre es momentánea.

Como esta sombra de julio
en que leo el dolor de Trakl,
hecho mitología del abismo humano,
lucha constante entre el bien y el mal,
casi siempre vencedor y que al final se lleva
la victoria extrema de la muerte.

Cada uno es lo que es gracias a lo que no es,
y si es poeta, escribe lo que se va, lo que se pierde,
incluido él mismo, su cuerpo y su sueño;
escribe tragedia pura y dura.

Y ese es su don, como el de Claudio Rodríguez,
otro poeta que luchó sin tregua
y nos dejó al morir la luz de su mirada,
como Trakl, que dejó dicho:
“Tan indecible es todo, Dios,
que caemos de rodillas conmovidos.”

Y sin embargo,
desde que escuchó la voz inexorable de la eternidad,
nunca más se preocupó de la felicidad o de la tristeza:
dos silencios apagados ante el tiempo.
Sólo el corazón se empina sobre ellos;
sólo la luz azul del niño que fue un día
se yergue sobre las sombras como un dulce canto.

¡Este canto que me refresca ahora,
que parece que el calor de julio da una tregua!



 
El baile

Llega un momento en la noche ardiente
que sólo la música baila en la pista.
Los cuerpos, fatigados y sudorosos,
contemplan extasiados desde las butacas
cómo sus almas incansables,
enlazadas entre sí, bailan el tango
que habla de un caminito
que el tiempo ha olvidado
y juntos un día vivieron los dos…

En el hotel, los huéspedes miran
con nostalgia a la pista de baile,
tal vez recordando otra vida,
cuando eran más jóvenes
y el calor del verano no les acobardaba
ni les cansaba tanto como ahora,
y el corazón, bailando, les lanzaba
a la pista, y las piernas
con nervios y músculos de música,
recorrían cien ruedos de pasodobles
y mil vuelos de cumbias…

Pero en este calor sofocante de julio
los cuerpos, con mucha edad acumulada,
sudorosos, cansados, se conforman
con que bailen sus almas.



 

Mi amiga poetisa

                                A Dori, in memoriam

Hoy bajo el calor de julio
se me ha ido una amiga.
 
Media vida de libros,
de entrevistas de radio, de tertulias,
he pasado con ella.

Aún me parece estar oyendo
su voz multiplicada con requiebros
y murmullos del agua en primavera,
con oro de los campos en verano,
con frágiles transparencias de otoño,
y cristales recoletos de invierno.

Ella era chiquita como el frasco
que contiene el perfume más profundo,
y siempre una sonrisa le bailaba en los labios
como el pétalo de una amapola acariciado por la brisa.
Su compañía transmitía una paz especial,
hecha de cosas sencillas
y latidos de corazón sincero.

Sólo siento que el brillo de azabache de sus ojos,
que ahora recuerdo con tanta claridad,
con el paso del tiempo se vaya disipando.
Entonces me refugiaré de nuevo
en el nido caliente de sus poemas.





 
 Lluvia en verano

El cielo oscuro:
con una lluvia lenta
se escapa julio.

Una cortina
suspendida del miedo
como una herida.

Bajo las ruedas
la sufrida pinaza
roja se queja,
igual que julio,
que el calor amortigua
con este llanto.

Todo se va:
mis pies veloces buscan
la luz del mar.
Y cuando llego,
los brillos de la espuma
ciegan el tiempo.

Dulce camino:
ha valido la pena
continuar vivo.

martes, 23 de agosto de 2016

HOMENAJE A LA PINTURA II




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                                      (Velázquez)

La anciana fríe eternamente huevos,
y el muchacho que llega a la cocina
se queda meditando sobre el hecho
como si se cifrara en él su vida.

Y el hecho es cotidiano y los objetos
caseros, entrañables: el esparto
del cesto es tan real que da hasta miedo
verlo entre las sombras palpitando.

Y el barro bermellón de la cazuela,
la sombra del cuchillo sobre el plato
y el almirez que en su metal espera
majar la eternidad si es necesario.

Las manos y los rostros son misterios,
esencia de la vida retratada
en un espacio justo y en un tiempo
que amparan al muchacho y a la anciana.

El chico le ha traído su recado,
la vieja lo agradece y su mirar
retrata la emoción del escenario:
¡un pedazo de vida tan fugaz!




Resultado de imagen de zurbarán

                                   (Zurbarán)

Puesto está en la repisa este misterio
de frutos de la tierra y porcelana.
El pincel al servicio grave y serio
de la humilde existencia cotidiana.

Un plato de limones encendidos,
una taza, una rosa, formas, franjas
de sombra y luz, y azahares florecidos
en la cima de un cesto de naranjas.

Se recoge el convento en sus secretos,
y en tanto que los monjes, con el alba,
a sus rezos se entregan, los objetos
les hablan de la vida que los salva.



Resultado de imagen de Willem Heda

                                    (Willem Heda)

Quietud comparable a la de Vermeer,
caricia de luz fría sobre el mundo,
y en la mesa muy poco que comer,
cáscaras de avellanas, el rotundo

vacío de las sobras y la ausencia
de cualquier comensal. Brilla suave
la plata de los vasos: fiel presencia
de la vida que escapa dulce  y grave.

Las manos que pusieron el mantel
aguardan en las sombras. Vuela fuera
del cuadro el tiempo loco. Su papel
de más está en la luz que persevera

perfilando las copas y la calma,
en las sombras que dan forma y sentido
a lo que fue alimento un día, el alma
de la casa que escapa del olvido.













                            (Fantin-Latour)

La luz aviva mágica, profunda,
el alma de la flor eternizada
y perfila los pétalos rotunda,
experta, con caricias calculadas.

El miedo afila el ansia del cuchillo
que aguarda su justicia en el tablero.
El mango oscuro, quieto, apaga el brillo
potencialmente duro del acero.

En un plato las peras y manzanas
avivan el dolor del apetito.
Colores, luces, sombras, pieles sanas
que cumplen el rigor de cualquier rito.

Y las uvas. Sagradas perlas de oro
que encierran en sí mismas la luz viva
de la tierra, el calor, el fiel tesoro
del vino que nos da su fuerza activa.

Más que naturaleza muerta, ciencia
pintada en escenario justo, breve,
un momento fugaz de la existencia,
testigo del amor que todo mueve.