sábado, 14 de septiembre de 2013

AGUA Y PIEDRA

Así se llama un breve poemario sobre el papel que juegan unidas el agua y la piedra en tres lugares diferentes que para mí significan lo mismo: materia de emoción y lirismo. Ha merecido una Mención en el Certamen poético que recientemente ha tenido lugar en la Universidad de Cali (Colombia). Aquí doy a conocer algunos poemas de Agua y piedra.
 
 
 
 
¡Qué plácida la espera de esta tarde
oyendo platicar al surtidor
sobre el azul espejo de la pica!
El perro de la casa,
acostumbrado a mi presencia,
duerme recostado
a los pies de mi silla.
El cielo, azul perdido,
lleva el suave recuerdo
de la nieve vecina.
La sierra, virgen niña,
se asoma al gran balcón
de Granada y su vega.
No espero nada ya,
nada deseo.
En paz conmigo mismo,
sólo vivo y contemplo
cómo el verso libre va brotando
como otra agua,
el agua de la plácida existencia.
 
Acabo de llegar y traigo el alma
sembrada de recuerdos.
Un día brotará sola la espiga
de aquella noche oscura de Albaicín
buscando al Cristo blanco del silencio
que bajaba tan solo por el Darro
con la Torre de luz a sus espaldas.
Un día olerán solas las rosas
de aquel vino bebido en Monteluz
con gente de la tierra
que soñaba con sólo hablar de Lorca.
Un día soñaré también yo mismo
con la luz y el agua de Granada,
con cruces y tambores
de su Semana Santa.
Y ya nunca caerá de los telones
del alma esta ciudad
callada y encendida
entre la piedra roja de la Alhambra
y la corona blanca de la sierra,
entre sombras de duelo y resplandores
de Vírgenes y Cristos de su tierra.
 
(De Granada)



Sobre una piedra lisa,
vertical y decidida,
como la vida sin aristas,
como la música del corazón,
asoma la cabeza ciega del maestro Rodrigo.
Su decisión es clara:
mirar soñadoramente,
con impulso y ahínco insobornables,
a la cuna inmortal de la tierra,
origen y final de la acción creadora.
Las almas de las rosas afilan su perfil sedoso y frágil
con sutiles cuerdas de violín,
entre mármoles de dioses
y hojas muertas de otoño,
entre risas de surtidores
que el Tajo regala generoso
y palabras de corazones enamorados.

Sobre una piedra lisa,
limpio transcurrir del tiempo,
asoma la memoria impertérrita del músico.
Sinfonía impertérrita,
brota de la piedra,
como una rosa de bronce,
la cabeza serena del maestro Rodrigo.
Su silente mirada,
a sol y a sombra,
otoños y veranos,
resucita olvidados amores, promesas que se hicieron
y besos que se besaron.
Richard Anthony les pone letra y voz
entre las rosas y las fuentes
de los jardines de Aranjuez.

(De Aranjuez)
 
 
 
En el recuerdo y el alma de todos los visitantes enamorados de Venecia,
este puente será siempre el Puente de los Suspiros.
¡Cuántos condenados,
camino de la muerte,
pasaron por aquí
a lo largo de la historia de la ciudad de los canales!
La mirada se confunde,
sin embargo,
cuando tropieza en su paseo
por este magno anuncio de otro tipo de belleza.
La cacatúa acariciada por las manos femeninas
ya no necesita volar más.
Le basta
el perfil marfileño de la caricia de la modelo publicitaria.
Pero la mirada aprende de los errores
y rectifica sabia
contra el engaño pasajero del consumismo humano.
 
Ahí, bajo el Puente inmortal,
fluye el agua de los espejos,
que es el agua viva que se llena de luz,
de esa luz que siempre viene de arriba
a dar trascendencia a las cosas de aquí abajo.
Junto al anuncio,
pasajero, engañoso,
sigue en pie el Puente de los Suspiros,
hablando al corazón de la vida y la muerte
que tejieron un poco de la historia de Venecia,
mientras debajo fluye el canal del presente,
impertérrito,
sólo atento a construir nueva vida.
 
(De Venecia)