martes, 28 de junio de 2016

VERSIONES DEL CAMINO 1

Los poemas que siguen son, como reza en la entrada, versiones de otros que formaron parte de mi libro EL CAMINO DIARIO (Premio Boscán de 1979). No son ni mejores ni peores que aquéllos. Son, simplemente distintos.

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CANTO EL TRABAJO DEL HOMBRE

1.
Canto el trabajo del hombre,
el esfuerzo diario que le cansa el cuerpo
y le enrecia el alma,
canto el trabajo bien hecho
porque le da la paz y le hace libre
aunque no le alce estatuas ni le dé premios.
Nace el hombre armado de herramientas
y hasta que no esté muerto
y sus manos se olviden de ser manos,
seguirá haciendo zapatos para pies ajenos,
yugos de animales que preparen la tierra
para dar trigo luego,
seguirá abriendo caminos
para acercar las almas de los pueblos,
ladrillos para casas y hospitales,
medicinas y féretros.
 
2.
Canto el trabajo del hombre y canto al hombre
solitario y señero
porque no sobra nadie
porque nadie está de más en este esfuerzo
de ir forjando el mundo día a día
sin esperar reconocimiento.
Con nuestras manos y nuestros cansancios
alzamos la paz y andamios nuevos.
 
3.
Estoy dispuesto a no cantar el llanto
de las viejas maderas con el viento,
ni los dientes de las olas tenaces
mil heridas en las rocas abriendo,
ni la paz de la tumba escondida
en las sombras de un templo.
Estoy dispuesto incluso
a no cantar la letra de unos versos.
Pero no me pidáis que no cante
la esperanza del hombre sincero,
el miedo a no alcanzar la paz que busca
a través de su esfuerzo,
guerra cotidiana que le hace libre
sin estatuas ni premios.
 
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EXISTENCIA INTERMINABLE

Sigue a ese hombre,
sigue a esos ojos cargados de cien guerras,
sigue a esas manos vacías de regalos
y llenas de herramientas.
Sigue a esa hechura de milenios
antes que tú repartida en la tierra,
en la raza de sueños infinitos
de todas las conciencias.
Sigue a esa existencia interminable
parada en este instante en unas señas
de andamios y semanas sin respiro
hasta esa entraña abierta
donde los trenes conversan con ternura
de amores y suicidios, de hambre negra,
de milagro de panes y justicias
compradas, cicateras.
Síguela hasta el campo, hasta la fábrica,
hasta los despachos o las escuelas,
hasta los hospitales dolorosos
o las tumbas que esperan.
Y retrata su esfuerzo inesperado,
la erosión de su carne y de su esencia,
la embestida del surco y de la espiga,
la lágrima que ciega.
Las espadas del humo y el hastío,
el hedor de la tinta traicionera,
la sábana tristísima y el broche
impío de la huesa.
Síguela y aprende cómo todos
empujamos unidos la existencia,
la enorme eternidad de nuestra raza
con muertes verdaderas.
Sigue a ese hombre
y bésale las manos: es tu esencia,
él es todos nosotros encarnado
en carne nuestra.
En esa ropa indestructible suya
pero a la vez perenne y duradera
va el camino del hombre, esta raza
nuestra, sola, señera.
 

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ALEJADO DE SU SAVIA
1.
Si me preguntáis por qué, siendo tarde, vuelvo al alba,
siendo río, olvido el mar y regreso a la montaña,
os diré que en ocasiones la vida al hombre trasplanta
y lo condena a vivir alejado de su savia,
de la tierra donde sigue su viva raíz clavada.
En ocasiones la vida le hace huir de aquella casa
donde duerme la aventura de su irrenunciable infancia
donde quedaron dormidos los juegos y las palabras
que levantaron sin miedo la estatura de su alma.
Una corteza la vida de prisas, odios y alarmas,
de olvidos y zancadillas, de andamios y de pancartas
ha trenzado en torno a él con el tiempo y la distancia.

 
 

2.
Por eso mi tarde sufre, sufre mi río añoranza
y mi raíz también sufre por la tierra que le falta.
Pero la tarde está viva, el río sigue su marcha,
y, aunque la raíz padece lejos del surco de infancia,
el árbol que me sostiene sigue echando nuevas ramas.
Y es que la vida presente ningún problema me causa;
más bien todo lo contrario: un gran favor me regala,
y es que convierte en aljibe mi identidad asombrada,
en bodega donde habita el vino de mis mañanas
y en redoma que conserva la esencia de aquella magia
donde una ciudad pequeña y el río que la acompaña
me repiten las escenas que alimentan mis entrañas.