BIEN DECÍA DON ANTONIO
Bien decía don Antonio,
el que a Collioure fue a morir,
que en España siempre acecha
suelta el alma de Caín.
Sólo estelas en la mar
hay que dejar al vivir,
estelas de buen hacer,
cuidar el común jardín
en vez de plantar a solas
odios en un cuchitril,
cizaña que asfixia el trigo
que nunca llega a cumplir.
Bien decía don Antonio,
que tras la guerra civil
murió fuera de su patria
en un marzo frío y gris:
una de las dos Españas
romperá nuestro perfil.
TANGO PARA FERNANDO FERNÁN GÓMEZ
Me entra un
llanto que no aguanto
sólo al pensar
que, de muerto,
no encontrarás
en tu huerto
a tus amigos
del canto.
¡Ay, Fernando
Fernán Gómez,
el de pelo rojo
y crespo,
el de escuálida
figura,
el de voz de
ronco trueno!
Quiero
recordarte vivo,
vivo en
tramoyas y atrezos
Cuando vestías
la escena
de Balarrasa o de Abuelo,
cuando todos te
aplaudían
las palabras y
los gestos,
en tiempos de
pan oscuro
y en los años
menos negros,
en dictaduras
“sagradas”
y en
socialismos “austeros”.
Me entra un
llanto que no aguanto
sólo al pensar
que, de muerto,
no encontrarás
en tu huerto
a tus amigos
del canto.
¡Ay, Fernando
Fernán Gómez,
obligado
viajero:
primero, a
ninguna parte;
ahora, a tu
destino eterno.
Quiero
recordarte vivo,
vivo en furias
y denuestos,
mandando a la
mierda al mundo
cuando lo mueve
el dinero,
la falsedad del
olvido
y el rencor de
los recuerdos.
Quiero
recordarte vivo,
en Lazarillo
harapiento,
en profesor
liberal,
en hombre llano
del pueblo.
Me entra un
llanto que no aguanto
sólo al pensar
que, de muerto,
no encontrarás
en tu huerto
a tus amigos
del canto.
¡Ay, Fernando
Fernán Gómez,
cómo decirte
que espero
para ti aquella
fortuna
del más grande
caballero
que soñó entre
Maritornes
e ingratos
aventureros
y dobló el
cuerpo al aplauso
muriendo al fin
santo y cuerdo.
Me entra un
llanto que no aguanto
sólo al pensar
que, de muerto,
no encontrarás
en tu huerto
a tus amigos
del canto.
BARCELONA CON GARCÍA MÁRQUEZ
Las fuentes, las palomas, las estatuas,
Gabriel García Márquez, un turista
cualquiera en Barcelona. Trae un libro
lleno de soledad, cien soledades
o cien años de lucha y de sueños
tocados por la selva del dolor.
Las fuentes, las palomas, las estatuas,
los vinos y los güisquis. Eran años
de izquierdas disfrazadas de derechas
que soñaban con el fin de los bárbaros
franquistas mientras iban trajeados
al Boccaccio y jugaban a bohemios
entre besos y satenes. Cuando yo
había dejado ya la bohemia light
de sangría y sardinas, versos, cuadros
por Petritxol abajo hacia el misterio
del último tranvía a Poble Sec.
Cuando aún era joven y soñaba.
Eran ya los setenta, cuando Gabo,
convertido en el mago de Macondo,
explotaba su magia en Barcelona
y llamaba de tú a tantos dioses
que regían el cielo de las páginas:
los Biedma, los Barral, los Goytisolo.
Las lágrimas se ahogaban en alcohol
y sexo hasta
que el alba por las Ramblas
subía
despertando a las floristas.
Yo pasé de la
página catorce
y me quedé
soñando con Melquiades
y su sombra y
su luz y su sepulcro.
Desperté con
resaca años después
cuando ya era
mayor y no podía
volver a
aquellos ríos babilónicos
de vino por las
tascas del Raval
y escribí este
poema para al menos
no sufrir el
olvido del olvido.
ESCRIBO DESDE ESPAÑA
Escribo desde España, patria de Don Quijote,
la que buscó en la empresa del corazón sincero
la alegría del mundo, la paz de la familia
y el amor que reparte la luz entre los pueblos.
Escribo desde España, patria de los poetas
que cantaron la vida, el júbilo y el sueño
de ser siempre mejores; patria de los poetas
cuya cárcel terrena convirtieron en cielo.
Todo ha cambiado ahora: nada sigue las reglas
del respeto a la gente, del trabajo bien hecho:
ahora manda el bolsillo, el temor al futuro,
la amenaza, el olvido y el gatillo ligero.
¿Dónde están los Quijotes que Cervantes creó
para limpiar el mundo de gigantes y arrieros,
de arteros bachilleres, de barberos indignos,
de la mala simiente que estorba el trigo bueno?
¿Dónde están los deseos, las bellas esperanzas,
las buenas intenciones de Francisco Quevedo,
que con palabra aguda sacudió las alfombras
que ocultaban los tamos del engaño y el miedo?
Desde esta España libre, de encinas y olivares,
de ríos que reflejan serenos y altos cielos,
de pueblos donde viven también honradas gentes,
pido otra vez la paz para este
mundo nuestro,
la paz que vuelve iguales el pobre y el pudiente,
el famoso, el anónimo, el sano y el enfermo.
Pido siempre la paz sin desmayar la voz
como hizo no hace mucho desde aquí Blas de Otero.