martes, 23 de agosto de 2016

HOMENAJE A LA PINTURA II




Resultado de imagen de la mujer que frie huevos

                                      (Velázquez)

La anciana fríe eternamente huevos,
y el muchacho que llega a la cocina
se queda meditando sobre el hecho
como si se cifrara en él su vida.

Y el hecho es cotidiano y los objetos
caseros, entrañables: el esparto
del cesto es tan real que da hasta miedo
verlo entre las sombras palpitando.

Y el barro bermellón de la cazuela,
la sombra del cuchillo sobre el plato
y el almirez que en su metal espera
majar la eternidad si es necesario.

Las manos y los rostros son misterios,
esencia de la vida retratada
en un espacio justo y en un tiempo
que amparan al muchacho y a la anciana.

El chico le ha traído su recado,
la vieja lo agradece y su mirar
retrata la emoción del escenario:
¡un pedazo de vida tan fugaz!




Resultado de imagen de zurbarán

                                   (Zurbarán)

Puesto está en la repisa este misterio
de frutos de la tierra y porcelana.
El pincel al servicio grave y serio
de la humilde existencia cotidiana.

Un plato de limones encendidos,
una taza, una rosa, formas, franjas
de sombra y luz, y azahares florecidos
en la cima de un cesto de naranjas.

Se recoge el convento en sus secretos,
y en tanto que los monjes, con el alba,
a sus rezos se entregan, los objetos
les hablan de la vida que los salva.



Resultado de imagen de Willem Heda

                                    (Willem Heda)

Quietud comparable a la de Vermeer,
caricia de luz fría sobre el mundo,
y en la mesa muy poco que comer,
cáscaras de avellanas, el rotundo

vacío de las sobras y la ausencia
de cualquier comensal. Brilla suave
la plata de los vasos: fiel presencia
de la vida que escapa dulce  y grave.

Las manos que pusieron el mantel
aguardan en las sombras. Vuela fuera
del cuadro el tiempo loco. Su papel
de más está en la luz que persevera

perfilando las copas y la calma,
en las sombras que dan forma y sentido
a lo que fue alimento un día, el alma
de la casa que escapa del olvido.













                            (Fantin-Latour)

La luz aviva mágica, profunda,
el alma de la flor eternizada
y perfila los pétalos rotunda,
experta, con caricias calculadas.

El miedo afila el ansia del cuchillo
que aguarda su justicia en el tablero.
El mango oscuro, quieto, apaga el brillo
potencialmente duro del acero.

En un plato las peras y manzanas
avivan el dolor del apetito.
Colores, luces, sombras, pieles sanas
que cumplen el rigor de cualquier rito.

Y las uvas. Sagradas perlas de oro
que encierran en sí mismas la luz viva
de la tierra, el calor, el fiel tesoro
del vino que nos da su fuerza activa.

Más que naturaleza muerta, ciencia
pintada en escenario justo, breve,
un momento fugaz de la existencia,
testigo del amor que todo mueve.

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