A escasos dias de la presentación de mi último libro de poesía ESTOS
OCTUBRES, publicado por la Editorial Carena, en El Corte Inglés del Portal del Ángel de Barcelona, ofrecezco en este
blog una breve muestra de su contenido.
Hay dos maneras de seguir viviendo:
una, atada al
recuerdo, ciega al claro
vivir de los
relojes, consumida
por las palabras
viejas que han perdido
el aire del presente
y por la lluvia
que cae sobre mojado
y estropea
las espigas que
crecen en nosotros.
La segunda manera de
seguir
viviendo es dar
camino a las pisadas,
rimar los pasos y la
mente al son
que nos marca la
música del tiempo
y echar a las
espaldas las cenizas
del fuego que ardió
un día y ya no quema
ni da el calor que
dio a nuestras arcillas.
Es fácil escoger
para quien sabe
romper las cartas
viejas y limpiar
el polvo que tapó la
luz vivida,
y se pone a vivir
sin prisa alguna
los primeros minutos
de otro día
como si no tuviera
más, y el sol
le abriera de
repente su camino.
Entre el agua
vivida, cauce seco,
que ya no riega el
alma como entonces,
y el río que nos
lleva hacia adelante,
hacia paisajes
nuevos y experiencias
que harán de
nuestros barros nuevos cuencos,
será mejor seguir el
agua viva
y olvidar de una vez
la noria vieja.
Lavarnos de una vez
la ropa sucia
y salir como niños
sin malicia
a jugar con el sol
de la mañana.
Nos veremos mejor
unos a otros,
y todos volveremos a
reír
tranquila,
libremente, sin pensar
en el cielo que aún
no trae lluvia. (2004)
Desprendido de los lazos
que me ataban como
un preso
a una falsa
libertad,
mezcla de libro y de
incienso,
he comenzado a
aprender
con corazón y ojos
nuevos.
Y mi primera visión
y mi primer
sentimiento
es que la vida que
andamos
tiene sus reglas del
juego
donde al final nadie
gana
y donde todos
perdemos.
Perdemos la cera
limpia
con que soñó nuestro
cuerpo,
perdemos ramas,
raíces
que nuestro tronco
tejieron,
corazones familiares
que Dios detuvo a
destiempo
y perdemos, en
resumen,
lo que al principio
nos dieron.
Pero nadie, nadie
puede
quitarnos lo que es
más nuestro,
lo que brilla en el
diamante
de nuestro propio
secreto:
el deseo
inquebrantable
de celebrar nuestro
encuentro
que tú, hermano,
cada otoño
haces vivo y
duradero.
Y dejad que os lo
repita:
yo lo canto, afirmo
y veo,
libre de lazos
amargos,
con corazón y ojos
nuevos. (1995)
Octubre es el heraldo del otoño,
de los fríos, las
lluvias y las sombras,
pero también del
vino y del milagro
de traernos aún
algunas rosas.
Viajeros sin vuelta,
en el camino
vamos viendo
agridulces aventuras,
percances y
accidentes familiares
que nos dejan el
alma en la penumbra.
Pero también nos
salen al encuentro
infancias renovadas,
juegos, cantos,
claridades de niños
que se duermen
en la cuna feliz de
nuestros brazos.
Y la clara ocasión
de revivir
una manojo de ayer y
de recuerdos
alrededor de un
nombre y una fecha
que cada octubre
vuelven a ser nuestros.
Viajeros sin vuelta,
siempre estamos,
pese a las sombras
del otoño frío,
abiertos a la luz de
alguna rosa
que venga a
perfumarnos el camino.
Y esperando que el
viento favorable
nos empuje hacia el
puerto más seguro,
hagamos del viaje
una tarea
de siembra y
esperanza, como el surco. (2009)
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