En el Hamilton nada hace pensar, por los boleros de ensueño que suenan y
se bailan en la pista, que el nombre del Hotel evoca abrazos y ritmos extranjeros, intrigas cortesanas, traiciones amorosas, mientras
rugen cañones en el mar, a un paso de los siglos y tan sólo de unas noches
lluviosas como esta en que nosotros dos soñamos y repetimos tantos pasos amados
de otro tiempo en este mismo mar pero con aquellas almenas reflejadas en la
bahía nuestra. Y cuando la cantante con
su traje de noche fatigado cierra el libro de todos los compases
entonces en el Hamilton, cuando las luces se apagan en los rincones del bar y
los corredores alfombrados enmudecen, en los recodos de las plantas del Hotel,
en los arcos cerrados de las terrazas, en los espejos arrumbados de los
trasteros, en la memoria, al fin, del solar donde un día se levantó el
edificio, una dama de luz, con los ojos vacíos y las manos transparentes, sin
sangre, una dama de luz llorará por la muerte de su amado Almirante. Al amor de
su influjo, nos amamos en la luz amable de nuestra habitación con el espejo
abierto a todas las miradas por si un día nos pasara lo mismo.
2,
Se llama Sol del Este y es un lugar sagrado donde este mar de brazos
naturales (islotes de silencio, antiguos miedos, cuarentenas, intrigas, ruinas
de reyes…), se enfrenta al mar abierto, de misteriosas olas. Sol del Este se
llama este horizonte de esperanzas. España recibe el primer beso del sol cuando
amanece y también el adiós cuando se pone. En este abrazo vemos sumirse a los
peñascos en misterios sagrados de mil olas mientras el sol se marcha hasta
mañana. También nosotros vamos dejando este silencio de la cala donde los yates
duermen en la profunda cuna del crepúsculo mientras de golpe comprendemos que
dejamos atrás, acaso para siempre, este sitio donde la misma diosa de la
belleza sueña como una niña.
3.
Por la mañana, a veces de pura suerte, sólo con el ansia de ver algo que
salve la barrera de lo normal, podemos dar de bruces con la belleza oculta de
una cala donde se acaba el mundo de Menorca. Por un camino sólo para pies
valientes, entre rocas trabajadas por el agua más terca, pasmados abocamos en
una concha de agua en mar abierto. Ni olas ni gaviotas. Alguna boya baila en
sus espejos, añorando tal vez el último verano. Trepando hacia la altura
chalets a cal y canto, letreros CAVE CANEM sin perros ni cuidados. Es la cala
de San Esteve.
4.
Lo que queda del molino de Sa Punta canta ahora a la sombra en un césped
del jardín del paseo de Ses Fontes frente al azul impecable de la bahía. Las
ilustres maderas, el viento detenido entre sus nidos, la rueda sin movimiento…
Todo duerme apaciblemente su merecida siesta. Acaso mi compañera sueña en la
harina de otro tiempo, que es también el de ahora, el tiempo eterno que sabe
respirar en su mirada de miel, el tiempo sin tiempo… Los barcos esperan en los
muelles, sin prisas, como la
Carabela en el nido del Huevo, como los niños ante el teatro
de marionetas del Paseo, como el libro que repira dentro de su ternura… La
tarde es una amante fiel que aguarda bella en el paseo del mar entre tiendas de
perfumes y pareos. Los dos caminamos dejándonos llevar como las gaviotas en los
caminos del aire. ¡Esta calma isleña, esta luz tranquila. Renglones para no
morir nunca, para vivir ya siempre colgado de los sueños.
5.
Allí se pondrá el sol, en Conejera, donde las olas son de plata y el
viento azul como el de los milagros. Aquí la cerveza sigue siendo rubia,
mientras suena una música especial en el Café, una música que retrata esta hora
para siempre. Es una tarde mansa como un vuelo de gaviota. La espuma asciende
hasta el labio sediento mientras la otra espuma susurra entre las rocas del
Café como un toque de platillos. Allí se pondrá el sol y aquí soñamos los dos pacientemente.
La isla de la puesta va apagando su risa. La plata del mar es cada vez más
nueva y el viento besa y riza su cabello mientras sus ojos de miel, mágicos, me
anuncian el crepúsculo del día. El tacto de sus manos me abrazará después
cuando ya Conejera sea otra sombra sumida en otra sombra, y el sol sea el
recuerdo dorado que prepara otra vuelta.
6.
Suena la música. La noche avanza al otro lado del visillo. Aquí en la
sala de baile del hotel las parejas esperan a que el alma les brinque en la
piel hecha en otro tiempo a la vida y al andamio, y ahora al ocio tranquilo de
Vacaciones para Mayores. Ojos, latidos, labios hablan de antiguos besos. El
momento puede más que las parejas, que se dejan llevar por este viento amable
de la fiesta, mientras fuera avanza en la negrura de la rada la noche sin pausa.
Están aquí, en la sala las luces que brillan en las ropas, los latidos que
estallan a la vez en los rejuvenecidos pechos. Y da lo mismo la música que
suene, algunas piezas son como la piel que ha crecido difícil desde los pies al
mundo de los ojos. Lo veo en esta miel quemada de sus ojos, estos ojos que
sueñan que vuelven a ser niños. Hay cumbias en la pista que detienen el tiempo
en un abrazo, un tiempo que se fue y regresa siempre, como estas ganas de vivir
que nos inundan.
7.
Es la hora de Georgia. Ray Charles canta en el chiringuito su nostalgia,
mientras la piel estalla bajo el agua fría. El Capitán Nemo se acaba de marchar
del embarcadero. San Antonio refulge en la cal de sus rascacielos. A este lado
del mar sueñan los pinos, tan callados, tan hechos a la tierra y a la sombra de
la ternura antigua. Georgia vive un instante entre los sorbos de cerveza. En el
chiringuito habla Ray Charles del tiempo que repite su regreso constante. Y mi
compañera lo escucha como si todo le fuera en esa voz rota por la ternura.
¡Este volver de todo a la caricia fina de la arena, del sol en ese brillo tenaz
de las palmeras, a su piel morena, a la sincera miel de su mirada, que se llena
de presencias antiguas, como las olas de este mar repetido, como el nombre de
Georgia en la voz de Ray Charles.
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