sábado, 10 de agosto de 2013

ECOS DE LAS ISLAS


 

He aquí 7 poemas en prosa que surgieron durante una estancia breve de hace unos años en Ibiza y Menorca.
 
 
 
 
1.
En el Hamilton nada hace pensar, por los boleros de ensueño que suenan y se bailan en la pista, que el nombre del Hotel evoca abrazos y ritmos extranjeros, intrigas cortesanas, traiciones amorosas, mientras rugen cañones en el mar, a un paso de los siglos y tan sólo de unas noches lluviosas como esta en que nosotros dos soñamos y repetimos tantos pasos amados de otro tiempo en este mismo mar pero con aquellas almenas reflejadas en la bahía nuestra. Y cuando la cantante con  su traje de noche fatigado cierra el libro de todos los compases entonces en el Hamilton, cuando las luces se apagan en los rincones del bar y los corredores alfombrados enmudecen, en los recodos de las plantas del Hotel, en los arcos cerrados de las terrazas, en los espejos arrumbados de los trasteros, en la memoria, al fin, del solar donde un día se levantó el edificio, una dama de luz, con los ojos vacíos y las manos transparentes, sin sangre, una dama de luz llorará por la muerte de su amado Almirante. Al amor de su influjo, nos amamos en la luz amable de nuestra habitación con el espejo abierto a todas las miradas por si un día nos pasara lo mismo.

 

2,
Se llama Sol del Este y es un lugar sagrado donde este mar de brazos naturales (islotes de silencio, antiguos miedos, cuarentenas, intrigas, ruinas de reyes…), se enfrenta al mar abierto, de misteriosas olas. Sol del Este se llama este horizonte de esperanzas. España recibe el primer beso del sol cuando amanece y también el adiós cuando se pone. En este abrazo vemos sumirse a los peñascos en misterios sagrados de mil olas mientras el sol se marcha hasta mañana. También nosotros vamos dejando este silencio de la cala donde los yates duermen en la profunda cuna del crepúsculo mientras de golpe comprendemos que dejamos atrás, acaso para siempre, este sitio donde la misma diosa de la belleza sueña como una niña.
 
 

 



3.
Por la mañana, a veces de pura suerte, sólo con el ansia de ver algo que salve la barrera de lo normal, podemos dar de bruces con la belleza oculta de una cala donde se acaba el mundo de Menorca. Por un camino sólo para pies valientes, entre rocas trabajadas por el agua más terca, pasmados abocamos en una concha de agua en mar abierto. Ni olas ni gaviotas. Alguna boya baila en sus espejos, añorando tal vez el último verano. Trepando hacia la altura chalets a cal y canto, letreros CAVE CANEM sin perros ni cuidados. Es la cala de San Esteve.

 

4.
Lo que queda del molino de Sa Punta canta ahora a la sombra en un césped del jardín del paseo de Ses Fontes frente al azul impecable de la bahía. Las ilustres maderas, el viento detenido entre sus nidos, la rueda sin movimiento… Todo duerme apaciblemente su merecida siesta. Acaso mi compañera sueña en la harina de otro tiempo, que es también el de ahora, el tiempo eterno que sabe respirar en su mirada de miel, el tiempo sin tiempo… Los barcos esperan en los muelles, sin prisas, como la Carabela en el nido del Huevo, como los niños ante el teatro de marionetas del Paseo, como el libro que repira dentro de su ternura… La tarde es una amante fiel que aguarda bella en el paseo del mar entre tiendas de perfumes y pareos. Los dos caminamos dejándonos llevar como las gaviotas en los caminos del aire. ¡Esta calma isleña, esta luz tranquila. Renglones para no morir nunca, para vivir ya siempre colgado de los sueños.

 

5.
Allí se pondrá el sol, en Conejera, donde las olas son de plata y el viento azul como el de los milagros. Aquí la cerveza sigue siendo rubia, mientras suena una música especial en el Café, una música que retrata esta hora para siempre. Es una tarde mansa como un vuelo de gaviota. La espuma asciende hasta el labio sediento mientras la otra espuma susurra entre las rocas del Café como un toque de platillos. Allí se pondrá el sol y aquí soñamos los dos pacientemente. La isla de la puesta va apagando su risa. La plata del mar es cada vez más nueva y el viento besa y riza su cabello mientras sus ojos de miel, mágicos, me anuncian el crepúsculo del día. El tacto de sus manos me abrazará después cuando ya Conejera sea otra sombra sumida en otra sombra, y el sol sea el recuerdo dorado que prepara otra vuelta.

 

6.
Suena la música. La noche avanza al otro lado del visillo. Aquí en la sala de baile del hotel las parejas esperan a que el alma les brinque en la piel hecha en otro tiempo a la vida y al andamio, y ahora al ocio tranquilo de Vacaciones para Mayores. Ojos, latidos, labios hablan de antiguos besos. El momento puede más que las parejas, que se dejan llevar por este viento amable de la fiesta, mientras fuera avanza en la negrura de la rada la noche sin pausa. Están aquí, en la sala las luces que brillan en las ropas, los latidos que estallan a la vez en los rejuvenecidos pechos. Y da lo mismo la música que suene, algunas piezas son como la piel que ha crecido difícil desde los pies al mundo de los ojos. Lo veo en esta miel quemada de sus ojos, estos ojos que sueñan que vuelven a ser niños. Hay cumbias en la pista que detienen el tiempo en un abrazo, un tiempo que se fue y regresa siempre, como estas ganas de vivir que nos inundan.

 

7.
Es la hora de Georgia. Ray Charles canta en el chiringuito su nostalgia, mientras la piel estalla bajo el agua fría. El Capitán Nemo se acaba de marchar del embarcadero. San Antonio refulge en la cal de sus rascacielos. A este lado del mar sueñan los pinos, tan callados, tan hechos a la tierra y a la sombra de la ternura antigua. Georgia vive un instante entre los sorbos de cerveza. En el chiringuito habla Ray Charles del tiempo que repite su regreso constante. Y mi compañera lo escucha como si todo le fuera en esa voz rota por la ternura. ¡Este volver de todo a la caricia fina de la arena, del sol en ese brillo tenaz de las palmeras, a su piel morena, a la sincera miel de su mirada, que se llena de presencias antiguas, como las olas de este mar repetido, como el nombre de Georgia en la voz de Ray Charles.

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