miércoles, 8 de enero de 2014

CON BÉCQUER EN VERUELA





Bécquer me invita a sus paseos por Veruela
entre elegías al olvido y al silencio,
entre arcadas apuntadas y esculturas
que yacen en las sombras,
entre cartas amorosas que no esperan respuestas
y llamas que consumen
esperanzas y deseos.

He recibido su mensaje ahora,
cuando mayo se oculta tras las nubes
ensayando su adiós.
Es buen momento de responderle.
Compro el billete
y un tren de lejanías me lleva hacia el Moncayo.
Borja duerme en las flores del recuerdo.
Veruela está callada.
Y cuando paso a la altura del crucero,
las primeras gotas empiezan a caer.
La lluvia es la portada
de una estancia de ensueño.

Abro el arca de versos, y, llamando
al poeta de las rimas,
voy sembrado el paseo de metáforas
hasta el mismo monasterio.
La fórmula hace efecto. Envuelto en niebla,
a mi encuentro el poeta de las rimas
camina lentamente. Trae en brazos
madreselvas salvajes que se enredan
al punto en mi cintura.
Y de repente, delante de la iglesia,
hay dos álamos que antes no existían
unidos por la esbelta madreselva.

Oigo en mi oído, entre la lluvia maga,
versos que nunca se han escrito.

Ya tengo en el olvido otro poema
para cuando recuerde los perdidos.

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