jueves, 23 de enero de 2014

NUEVOS POEMILLAS DE LA HUERTA (II)


















En la higuera los tordos             
tan libres campan;
desayunan sus higos,
marcan sus ramas;
y cuando quieren,
alzan el vuelo,
y el verso muere.


¡Qué bien envejece el tronco
del olivo del abuelo!
Bajo la lluvia o al sol ,
retorcido entre sus sueños,
ata su cuerpo el olivo
con los nudos del recuerdo,
de cuando el abuelo ardía
con esperanzas y miedos,
con su camisa bien blanca
y su cigarro bien negro,
con los andamios de fiesta
y los surcos de silencio.
¡Cómo envejece el olivo
al recuerdo del abuelo!



¡Otro golpe de manzana en tierra!
El mundo entero se detiene.
Tu misma vida un segundo se para.
Es el tiempo que piensa
cómo pasa maduro
y deja entre nosotros
un silencio elocuente.
¡Zas! En la noche,
bajo el aire dormido,
el manzano habla,
temblando de miedo, dice
que la vida se le escapa.


Ellas están ahí,
juntas, mezcladas
con la tierra que alimenta a la higuera.
Primero trajimos las de él,
la del hombre que fue el cuerpo y el alma
de la huerta, del surco y el andamio
de los tomates rojos,
las prietas berenjenas…
Sembramos sus cenizas
en rito familiar y las regamos
con el agua de nuestros sentimientos
bajo el palio esmeralda
de la higuera gigante.
Después de algunos años
de calvario de viuda que amó siempre,
trajimos las de ella
y las sembramos en el surco amante
donde estaban las otras esperándolas.
Ahora duermen juntas,
abrazadas,
bajo el árbol testigo
de sus tardes felices en la huerta.


Mientras ayudo a regar
y a abrir los surcos,
recuerdo alguna tarde
del futuro,
cuando brillaba el blanco
de su camisa en medio
de los tomates altos,
al caer de la tarde en estos sueños
que tengo todavía
en que lo veo,
prolongarse en la azada
hacia la tierra
por donde corre el agua
que alimenta las plantas que él ha puesto
en el surco como un regalo al sol,
como testigo de su propia vida.
Mientras ayudo a regar
y a abrir los surcos,
ahora, en estos tiempos,
lo veo a él en todos los presentes
del pasado y del futuro quieto.


Los primeros murciélagos
anuncian ya la noche.
La huerta se prepara
para dormir tranquila
bajo el aire callado
de la higuera materna.
La tierra roja y fresca
con el agua del riego
respira entre las matas
que en silencio maduran.
Estos vuelos quebrados
de los ciegos murciélagos
extienden los ropajes
nocturnos en la huerta.
¡Hablamos de metáforas
cuando es tan fiel la vida!

No hay comentarios:

Publicar un comentario